
La guerra de Arauco podemos definirla como las acciones bélicas que emprendieron las tribus que habitaban al sur del río Bio-Bio. Su origen estuvo radicado en el espíritu guerrero de los araucanos y en su afán de vivir en libertad, no aceptando el dominio que quisieron imponer los españoles, ni la pérdida de sus posesiones, ni los tributos que se les obligaba a pagar. Se inicio, prácticamente, cuando Pedro de Valdivia avanzó al sur del río Bio-Bio fundando los fuertes que instaló y dejando guarniciones militares en ellos. Las primeras manifestaciones las constituyeron los asaltos a los fuertes españoles por los mapuches para desalojarlos de sus territorios.
Los conquistadores se enfrentaron a los mapuches, quienes plantearon una dura oposición, a la que más tarde se asociarían los Huilliches, Picunches y Cuncos, colocando en los más duros aprietos la colonización.
Los mapuches no se amedrentaban, luchaban aun en la noche, altamente organizados, aprendían rápido como enfrentar a los españoles, y eran un pueblo cohesionado en su espíritu guerrero. Consideraron que el comportamiento del conquistador podía llegar a ser despiadado, ambicioso y cruel con sus enemigos, que podría mirar al indígena como un ser inferior.
La relación entre indígenas y conquistadores es en muchas ocasiones conflictivas. Una primera fase tiene lugar en los comienzos de la conquista. El gobernador Alonso de Ribera, quien, con su experiencia militar hizo frente al pueblo mapuche con la llamada “guerra ofensiva”, ya que los mapuches no sólo se resisten a que sus tierras sean ocupadas, sino que también atacan a los españoles con la esperanza de expulsarlos del territorio.
Para mantener este ejército se creó el “real situado”. Este consistía en una donación anual, por parte del rey, en oro, plata, vestuario y armas. Este esfuerzo no obtuvo el resultado esperado. Por ello que, en 1605, se desestimó la guerra ofensiva y se envió como gobernador a
El rey de España en 1608, declaró esclavos a todos los araucanos mayores de 10 años. Esta medida aumentó la resistencia por parte de la población indígena. El jesuita Luís de Valdivia salió en defensa de la población mapuche pidiendo que se respetaran sus tierras, impedir trabajos forzados y no obligarlos a bautizarse en
En 1612 se fijaron los términos de la guerra defensiva, pero ésta no tuvo el éxito esperado, pues por ambos bandos se mantuvieron las hostilidades que cesaban sólo durante la tregua invernal. La belicosidad araucana y la hostilidad española impidieron un entendimiento. Concluyéndose en que los araucanos eran indomables y que la corona era incapaz de obtener una victoria definitiva.
Otra estrategia de entendimiento fueron los “parlamentos”. Estas eran reuniones amistosas en que se intercambiaban regalos, se hacía gran despliegue de fuerza para impactar mutuamente al adversario, donde se realizaban largas conversaciones y solemnes despedidas.
Los últimos años del siglo XVI y comienzos XVII están marcados por las relaciones entre conquistadores e indígenas que llevan al desencadenamiento de la guerra de Arauco. Este enfrentamiento bélico cambia el carácter del trato que los aborígenes habían tenido hasta ese momento ya que en los otros territorios invadidos por los peninsulares, había sido menos dificultoso controlar la resistencia de sus ocupantes. Aquí en cambio, se crea un ejército profesional y permanente, al mismo tiempo que se autoriza, desde la monarquía, a esclavizar a los rebeldes, situación que causa criticas y divisiones al interior de los conquistadores. Pese a que el conflicto a ratos se vuelve cruento y sanguinario, y en otros momentos se acalla, al norte del río Biobío y al sur del río Toltén, la colonización continua su curso. Se reanuda la fundación de ciudades, se consolida el sistema de administración imperial necesario para la organización del nuevo reino, aunque los primeros años se caracterizan por una permanente sustitución de gobernadores.
Es indudable que el espíritu libertario de pueblo chileno nació en la guerra de Arauco.
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